Rubén Darío (1886): Abrojos
“Abrojo XXX”
Mira, no me digas más:
¡que otra palabra como ésa
tal vez me pueda matar!
Rubén Darío (1886): Abrojos
“Abrojo XXX”
Mira, no me digas más:
¡que otra palabra como ésa
tal vez me pueda matar!
A caballo por el campo,
de pronto, detente.
El ruiseñor.
Traducción de Aurelio Asiaín (2007): Luna en la hierba. Medio centenar de haikus japoneses. Madrid, Hiperión.
“¡Ah, la luna llena!”
¡Ah, la luna llena!—
se dibuja en el piso de paja
la sombra de un pino.
Traducción de Aurelio Asiaín (2007): Luna en la hierba. Medio centenar de haikus japoneses. Madrid, Hiperión.
“En su rostro”
En su rostro
salpicado se desparrama
el olor de la planta de los caminos
Traducción de Aurelio Asiaín (2007): Luna en la hierba. Medio centenar de haikus japoneses. Madrid, Hiperión.
Soa
“En la noche iluminada por la luna”
En la noche iluminada por la luna
la cigarra chilla,
de repente, una sola vez.
Traducción de Herrero, Teresa y José María Bermejo (2004): Cien poetas, cien poemas.
Hyakun Isshu. (Antología de poesía clásica japonesa). Madrid, Hiperión.
"Dos corazones"
En la arena blanca me paré
Hechizada por el océano mágico azul.
Navegando mis sueños, si podría
Para llevarlos a casa con mi devoción.
.
¿Llegará la tormenta?
¿Serán entonces destruidas mis esperanzas?
Si se queda sin nada más que el azul,
No voy,
en cambio, para abrazarlo, lleno de alegría.
.
El viaje a lo desconocido
Ser humilde, fuerte y valiente,
Para creer que mi alma valiente es mía
No da lugar a dudas ni a animar menos.
.
Por el mayor misterio que pueda venir
Para que mi corazón sea duro y fuerte me vuelvo,
Escucho mi corazón latir desde aquí
Desde el corazón te dejo de ahí.
.
Dos corazones laten a la vez
Con un ritmo y una rima similar,
.
Haz eco del tuyo, haz eco del mío.
Rosa Chacel (1936): A la orilla de un pozo
“En el infierno había un violoncello”
En el infierno había un violoncello
entre el café y el humo de pitillos
y cien aulas con libros amarillos
y nieve y sangre y barro por el suelo.
Pero tú, resguardada por el velo
de tus cristales de lucientes brillos,
pasabas, seria y pura, en los sencillos
compases de tu fe y de tu consuelo.
Algunas veces fuimos de la mano
por las venas del bosque y las cornejas
peinaron la melena a nuestras almas.
Si hoy nos separa el Ábrego inhumano,
no llores mi amistad mientras te alejas:
entrega al viento el talle de tus palmas.
Concha Méndez (1926): Inquietudes
“Nadadora”
Mis brazos:
los remos.
La quilla:
mi cuerpo.
Timón:
mi pensamiento.
(Si fuera sirena,
mis cantos
serían mis versos.)
Safo
"Como la dulce manzana rojea..."
Como la dulce manzana rojea en la rama más alta,
alta en la más alta punta, y la olvidan los cosechadores.
Ah, pero no es que la olviden, sino que alcanzarla no pueden.
…otra chica no habrá,
creo, jamás,
viendo la luz del sol,
que se pueda decir
que en su saber
se te parezca a ti…