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domingo, 24 de octubre de 2021

“Royal cinema”

 Felipe Benítez Reyes (1996): El equipaje abierto

“Royal cinema”

 

Se hacía la oscuridad, y era el verano
entonces aún más denso: una mezcla
de fruta corrompida y mar caliente.

Pero era también, y sobre todo,
la imagen de jinetes que cruzaban
el oro degradado de un desierto,
o era un bajel en llamas,
con una media luna al fondo,
sobre un mar de artificio.

La noche de verano era una espesa
y macerada flor, y en ella había
piratas con pelucas empolvadas
y tipos con pistola, carruajes
tirados por caballos con penacho,
camino del castillo
de un vampiro galante, en Transilvania.

La noche lenta y honda del verano
eran estrellas rotas y fugaces,
un cielo de verbena, y allí estaban
los torvos pistoleros, los comanches,
el hombre de la máscara de plata
y las mujeres que expandían
un grávido perfume de pecado
por el aire sudado de la noche,
cuando se iluminaba la pantalla
y la fantasmagoría
iba tomando cuerpo en un corsario,
en un matón sombrío, en una rubia
platino que dejaba para siempre,
flotando para siempre en nuestros sueños,
un perfume vicioso de flores maceradas,
parecido al olor de los veranos.

http://felipe-benitez-reyes.blogspot.com/2010/07/royal-cinema.html

miércoles, 28 de julio de 2021

"Camas deshechas"

Charles Simic (2001): Picnic nocturno

"Camas deshechas"

A ellas les gustan las habitaciones sombrías,
el papel pintado caído, 
las brechas en el techo, 
las moscas en la almohada. 

Si te apetece tumbarte, 
no te sorprendas,
no te importarán las sábanas sucias, 
el chirrido de los muelles oxidados
mientras te pones cómodo.
La habitación es un oscuro cine
donde están poniendo 
una vieja 
película en blanco y negro. 

Una imagen borrosa de cuerpos desnudos
en el momento de la dulce indolencia
que sigue a las escenas de sexo, 
cuando el más malvado de los corazones
aparece para creer
que la felicidad dura para siempre. 


Versión en inglés

Charles Simic (2001): Night Picnic

"Unmade beds"

They like shady rooms,
peeling wallpaper,
cracks on the ceiling,
Flies on the pillow.

If you are tempted to lie down,
Don’t be surprised,
You won’t mind the dirty sheets,
The rasp of rusty springs
As you make yourself comfy.
The room is darkened movie theater
Where a grainy,
Black-and-white film is being shown.

A blur of disrobed bodies
In the moment of sweet indolence
That follows lovemaking,
When the meanest of hearts
Comes to believe
Happiness can last forever.



Traducción de Nieves García Prados

viernes, 29 de enero de 2021

"Miércoles, día del espectador"

Luis García Montero (1998): Completamente viernes

"Miércoles, día del espectador"

No se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
La película es mala,
las sombras buscan cuerpos para encontrar deseos,
se oyen voces de actores,
imágenes dudosas,
pero los labios son materia viva
en las butacas observadas
y los botones pierden su vergüenza.

Suena un disparo inútil,
la camisa deshecha, 
la mano que naufraga entre los muslos.
Se persiguen dos coches por tus hombros
y estalla un edificio,
una lengua de fuego en la ventana,
llamas que desesperan vientre abajo,
el pelo negro por la mano abierta,
negro como la vida en la pantalla, 
como el silencio del actor que mira, 
del acomodador,
del público encendido.

Ya no tienen edad para estas cosas,
comenta el matrimonio de la última fila.
Y pienso que es verdad. No se descarta,
no se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.

jueves, 28 de enero de 2021

“La ventana indiscreta”

José Hierro (1998): Cuaderno de Nueva York

“La ventana indiscreta”

I
IMPROMPTU

De pronto, sin saber por qué... de pronto...
sin tan siquiera sospecharlo...
...de pronto... el torbellino, el huracán,
la tempestad crispando la cresta de las olas,
disparándolas contra el cielo negrísimo...
...de pronto... nuestros cuerpos destruidos,
enlazados, recién nacidos, agonizantes,
parpadeantes, sumergidos, nadando
en nuestro irrepetible acuario azul
de nunca más y música...
dos llamas pálidas que lamen, muerden,
y chispas del ocaso en los ojos canela,
ojos garzos, y negros de noche,
de uva, oliva, de verdor submarino...
...no sé... asomados al reino del espliego,
metálico y morado a la luz de la luna,
sobrevolando las colinas
acariciadas, desgarradas
por el canto del grillo por el motor de la chicharra
... de pronto... descabalgado de Pegaso...
(porque Pegaso existe
no es fábula ni mito:
yo he acariciado muchas veces
las plumas de sus alas)
...de pronto... sin saber por qué,
los moradores del alcázar de la felicidad,
los que oían tintinear sobre las losas
las monedas de plata desprendidas del beso
...de pronto... sin tan siquiera sospecharlo.

Todo ha quedado incluido en un bloque de hielo
congelado, hechizado, paralizado, inmóvil,
fosilizado como un pez o un insecto
en la transparencia del ámbar
(No mires, beso tus ojos para que no veas
para que no veas lo que veo
enfrente de nuestra ventana.)

II
TRES VENTANAS

Aquí no hicieron alto nunca
el sol del mediodía, el zumbido del viento.
(Demasiado al norte este patio, este pozo,
este hueco prismático y sombrío
sin noticia de las estaciones.)
Tan sólo una pareja de palomas
baja, de cuando en cuando,
y condecora los alféizares
con estigmas de lepra nauseabunda.
Después, desaparece.

Estrechas, casi góticas, tres ventanas intentan
contradecir la lobreguez endémica,
la tarea paciente del humo y de la lluvia
con su luz de oro enfermo.
En la central (imperio mágico del gato
y del pez, prisionero en su pecera),
dos siluetas ancianas tras los cristales turbios
representan, día tras día,
su minúscula historia:
he aquí el Gran Teatro del Mundo.

Probablemente era ya vieja la casa
cuando llegaron ellos, presuntamente jóvenes.
Aquí cursaron el aprendizaje
de envejecer. Tienen ahora
–la casa y ellos–
idéntica vejez, impermeable a las horas.

En el sofá, codo con codo,
imantados por la fosforescencia
de la pantalla del televisor
esperan (no lo saben, no mires) la llegada
de la nave que habrá de conducirlos
a la tierra de promisión, al paraíso olvidado.

Y esto es todo. Y es siempre. Y nunca.
Dan las agujas del reloj
nuevas de la llegada de la noche.
Simultáneas, las sombras se levantan.
Se extingue la luz de hoja seca.
Unos minutos o unos siglos después
(aquí el tiempo no cuenta)
se encienden las ventanas laterales
a cada lado del espacio oscuro
en el que el gato ronronea
y el pez sueña riberas de jade tembloroso.
Poco después se apagan.
He aquí el Gran Teatro de la Sombra.

Los cuerpos, acostados, remotos
oyen idénticas palabras
llegadas de la misma estación emisora,
con la radio pegada a la oreja,
muy baja de volumen
para no molestar a los vecinos.

viernes, 25 de septiembre de 2020

“En las cabinas telefónicas”

Pere Gimferrer (1968): La muerte en Beverly Hills

“En las cabinas telefónicas”

En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir.
Última noche bajo el pálido neón, último día bajo el sol alucinante,
calles recién regadas con magnolias, faros amarillentos de los coches patrullas al amanecer.
Te esperaré a la una y media, cuando salgas del cine
—y a esta hora está muerta en el Depósito aquella cuyo cuerpo era un ramo de orquídeas.
Herida en los tiroteos nocturnos, acorralada en las esquinas de los reflectores, abofeteada en los nightclubs,
mi verdadero y dulce amor llora en mis brazos.
Una última claridad, la más delgada y nítida,
parece deslizarse de los locales cerrados:
esta luz que detiene a los transeúntes
y les habla suavemente de su infancia.
Música de otro tiempo, canción al compás de cuyas viejas notas conocimos una noche a Ava Gadner,
muchacha envuelta en un impermeable claro que besamos una vez en el ascensor, a oscuras entre dos pisos, y tenía los ojos muy azules, y hablaba siempre en voz muy baja— se llamaba Nelly.
Cierra los ojos y escucha el canto de las sirenas en la noche plateada de anuncios luminosos.
La noche tiene cálidas avenidas azules.
Sombras abrazan sombras en piscinas y bares.
En el oscuro cielo combatían los astros
cuando murió el amor,
y era como si oliera muy despacio un perfume.
Triste es la noche, triste está y cautiva
un triste corazón doble y distante;
parece un solo y largo y negro instante

lunes, 10 de febrero de 2020

“In illo tempore”

Luis Alberto de Cuenca (1996): Por fuertes y fronteras

“In illo tempore”

Tus padres se habían ido a no sé dónde
y la casa quedó para nosotros,
lo mismo que el convento abandonado
del poema de Jaime Gil de Biedma.
Con la música a tope, preparaste
una mezcla explosiva en una jarra
mientras yo te quitaba, dulcemente,
la ropa de cintura para arriba.
Llenaste las dos copas hasta el borde.
Bebimos. Nos entró la risa tonta,
y se nos puso un brillo en la mirada
que subrayaba nuestra juventud,
y nos besamos como en las películas,
y nos quisimos como en las canciones.
Cuando la realidad era el deseo
y nuestro reino no era de este mundo.

jueves, 6 de febrero de 2020

“El cine de los sábados”

Antonio Martínez Sarrión (1967): Teatro de operaciones

“El cine de los sábados”

el cine de los sábados
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros

viernes, 11 de octubre de 2019

“El editor Francisco Arellano, disfrazado de Humphrey Bogart, tranquiliza al poeta en un momento de ansiedad, recordándole un pasaje de Píndaro, Píticas VIII 96”

Luis Alberto de Cuenca (1985): La caja de plata

El editor Francisco Arellano, disfrazado de Humphrey Bogart, tranquiliza al poeta en un momento de ansiedad, recordándole un pasaje de Píndaro, Píticas viii 96

SONETO

Sin mujer, sin amigos, sin dinero,
loco por una loca bailarina,
me encontraba yo anoche en esa esquina
que se dobla y conduce al matadero.
Se reflejó una luz en el letrero
de la calle, testigo de mi ruina,
y de un coche surgió una gabardina
y los ojos de un tipo con sombrero.
Se acercaba, venía a hablar conmigo.
Mi aburrido dolor le interesaba.
Con tal de que no fuese un policía...
"Somos el sueño de una sombra, amigo",
me dijo. Y era Bogart, y me amaba;
y era Paco Arellano, y me quería.

martes, 16 de octubre de 2018

“La chica de las mil caras”

Luis Alberto de Cuenca (1972): Elsinore

“La chica de las mil caras”

Todo tu cuerpo es un inmenso brote de espinas,
pero las aves siguen comiendo en tus manos
y cantan en el bosque como si nada.
Por las noches me enseñas el universo:
hoy han sido las costas de Islandia,
la Edda de Snorri y la promesa de Winland.
Como tu cuerpo está erizado de agujas,
necesito almohadones para amarte;
luego despierto enganchado a tus labios,
cuando el sol es un punto negro en el cielo.
Si hablas, tu voz es una cascada
que arrastra cadáveres y policías de uniforme.
Hablas en verso, como Ovidio y Lope,
como el precoz escaldo Egil Skallagrimsson.
A veces te interrumpo. Tus besos llevan oro,
como las Noches de Stevenson o de Mardrus.
Son algo tan brillante. Como una nueva infancia.
No sé si tu destino es catalogar manuscritos,
si has sido bibliotecaria en Alejandría.
Un día vi cómo perseguías a un jabalí en Dordoña
(esa noche soñé con el Monarca Oscuro).
Podría hacerte un lecho de lirios o de rosas,
aunque preferiría cubrirte de alacranes.
Luego descifraríamos papiros mágicos y emblemas.
No sé cómo decirte lo mucho que te amo.
Hace siglos que desaparecieron los torneos.
Jesús sigue muriendo cada día. Hasta cuándo.
Pero Clodoveo decía que el Gólgota no sería famoso
si él hubiese estado allí, en Jerusalén, con sus francos...

Antes leíamos novelas bizantinas, escuchábamos discos,
no encendías jamás la luz en el desván.
Me parecía haber vivido dos veces los momentos
y bebía del suave terminarse de tus ojos.
Algunos dioses se nos antojaban ridículos:
Júpiter, por ejemplo, todos los que mandaban.
Pero las ninfas de las fuentes, los elfos, los dragones,
Mae West y Miriam Hopkins compensaban la perdida.
Hacer versos, nadar, dar de comer a un pájaro,
ejercer de sportwoman como Diana Palmer.
Buscábamos tesoros en el jardín de tus abuelos,
bajo ese sol de Heráclito que sigue sin ponerse,
con una Jolly Roger ceñida a la cintura,
saqueando glorietas y naufragando en la piscina.

Y ahora que está aquí, mi amor,
tú que eres todas las mujeres,
no sé si voy a ser capaz
de recordarte y recordarme.
Todos vivimos, a la postre,
en una especie de prisión
de la que no podemos salir,
en la que nadie puede entrar.
Pero consta en el Libro Único
que, a pesar de espinas y agujas,
nos amamos alguna vez
y nos amaremos tú y yo.