Carlos Pellicer
“Discurso a la flores”
A Joaquín
Romero
Entre todas las flores, señoras y
señores,
es el lirio morado la que mas me
alucina.
Andando una mañana solo por
Palestina,
algo de mi conciencia con morados
colores
tomó forma de flor y careció de
espinas.
El aire con un pétalo tocaba las
colinas
que inaugura la piedra de los
alrededores.
Ser flor es ser un poco de colores
con brisa.
Sueño de cada flor la mañana revisa
con los dedos mojados y los pómulos
duros
de ponerse en la cara la humedad de
tos muros,
El reino vegetal es un país lejano
aun cuando nosotros creámoslo a la
mano.
Difícil es llegar a esbeltas
latitudes;
mejor que doña Brújula, los jóvenes
laúdes.
Las palabras con ritmo — camino del
poema —
se adhieren a la intacta sospecha de
una yema.
Algo en mi sangre viaja con voz de
clorofila.
Cuando a un árbol le doy la rama de
mi mano
siento la conexión y lo que se
destila
en el alma cuando alguien está junto
a un hermano.
Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba
de Atasta
me entregó cinco rumbos de su
existencia. Izó
las más altas banderas que en su
memoria vasta
el viento de los siglos inútilmente
ajó.
Estar árbol a veces, es quedarse
mirando
(sin dejar de crecer) el agua
humanidad
y llenarse de pájaros para poder, cantando,
reflejar en las ondas quietud y
soledad.
Ser flor es ser un poco de colores
con brisa;
la vida de una flor cabe en una
sonrisa.
Las orquídeas penumbras mueren de una
mirada
mal puesta de los hombres que no
saben ver nada.
En los nidos de orquídeas la noche
pone un huevo
y al otro día nace color de color
nuevo.
La orquídea es una flor de origen
submarino.
Una vez a unos hongos, allá por
Tepoztlán,
los hallé recordando la historia y el
destino
de esas flores que anidan tan
distantes del mar.
Cuando el nopal florece hay un ligero
aumento
de luz. Por fuerza hidráulica el
nopal multiplica
su imagen. Y entre espinas con que se
da tormento,
momento colibrí a la flor califica.
El pueblo mexicano tiene dos
obsesiones:
el gusto por la muerte y el amor a
las flores.
Antes de que nosotros
"habláramos castilla"
hubo un día del mes consagrado a la
muerte;
había extraña guerra que llamaron
florida
y en sangre los altares chorreaban
buena suerte.
También el calendario registra un día
flor.
Día Xóchitl, Xochipilli se desnudó al
amor
de las flores. Sus piernas, sus
hombros, sus rodillas
tienen flores. Sus dedos en hueco,
tienen flores
frescas a cada hora. En su máscara
brilla
la sonrisa profunda de todos los
amores.
(Por las calles aún vemos cargadas de
alcatraces
a esas jóvenes indias en que Diego
Rivera
halló a través de siglos los eternos
enlaces
de un pueblo en pie que siembra la
misma
primavera.)
A sangre y flor el pueblo mexicano ha
vivido.
Vive de sangre y flor su recuerdo y
su olvido.
(Cuando estas cosas digo mi corazón
se ahonda
en mi lecho de piedra de agua clara y
redonda.)
Si está herido de rosas un jardín,
los gorriones
le romperán con vidrio sonoros
corazones
de gorriones de vidrio, y el rosal
más herido
deshojará una rosa allá por los
rincones,
donde los nomeolvides en silencio han
sufrido.
Nada nos hiere tanto como hallar una
flor
sepultada en las páginas de un libro.
La lectura
calla; y en nuestros ojos, lo triste
del amor
humedece la flor de una antigua
ternura.
(Como ustedes han visto, señoras y
señores,
hay tristeza también en esto de las
flores.)
Claro que en el clarísimo jardín de
abril y mayo
todo se ve de frente y nada de
soslayo.
Es uno tan jardín entonces que la
tierra
mueve gozosamente la negrura que
encierra,
y el alma vegetal que hay en la vida
humana
crea el cielo y las nubes que
inventan la mañana.
Estos mayos y abriles se alargan
hasta octubre.
Todo el Valle de México de colores se
cubre
y hay en su poesía de otoñal
primavera
un largo sentimiento de esperanza que
espera.
Siempre por esos días salgo al campo.
(Yo siempre
salgo al campo.) La lluvia y el
hombre como siempre
hacen temblar el campo. Ese último
jardín,
en el valle de octubre, tiene un
profundo fin.
Yo quisiera decirle otra frase a la
orquídea;
esa frase sería una frase lapídea;
mas tengo ya las manos tan silvestres
que en vano
saldrían las palabras perfectas de mi
mano.
Que la última flor de esta prosa con
flores
séala un pensamiento. (De pensar lo
que siento
al sentir lo que piensan las flores,
los colores
de la cara poética los desvanece el
viento
que oculta en jacarandas las palabras
mejores.)
Quiero que nadie sepa que estoy
enamorado.
De esto entienden y escuchan
solamente las flores.
A decir me acompañe cualquier lirio
morado:
señoras y señores, aquí hemos terminado.