miércoles, 31 de julio de 2019

“Revelación de la sombra”

Claudio Rodríguez (1991): Casi una leyenda

“Revelación de la sombra”


Sin vejez  y sin muerte la alta sombra
que no es consuelo y menos pesadumbre,
se ilumina y se cierne
cercada ahora por la luz de puesta
y la infancia del cielo. Está temblando,
joven, sin muros, muy descalza, oliendo
a alma abierta y a cuerpo con penumbra
entre los labios de la almendra, entre
los ojos del halcón, la nube opaca,
junto al recuerdo ya en decrepitud,
y la vida que enseña
su oscuridad y su fatiga,
su verdad misteriosa, poro a poro,
con su esperanza y su polilla en torno
de la pequeña luz, de la sombra sin sueño.
¿Y dónde la caricia de tu arrepentimiento,
fresco en la higuera y en la acacia blanca,
muy tenue en el espino a mediodía,
hondo en la encina, en el acero, tallado casi en curva,
en el níquel y el cuarzo,
tan cercano en los hilos de la miel,
azul templado de cenizas en calles,
con piedad y sin fuga en la mirada
con ansiedad de entrega?
Si yo pudiera darte la creencia,
el poderío limpio, deslumbrado,
de esta tarde serena…
¿Por qué la luz maldice y la sombra perdona?
El viento va perdiendo su tiniebla madura
y tú te me vas yendo
y me estás acusando
me estás iluminando. Quieta, quieta.
Y no me sigas y no me persigas.
Ya nunca es tarde. ¿Pero qué te he hecho
Si a ti te debo todo lo que tengo?
Vete con tu inocencia estremecida
volando a ciegas, cierta,
más joven que la luz. Aire en mi aire.



martes, 30 de julio de 2019

“Secreta”

Claudio Rodríguez (1991): Casi una leyenda

“Secreta”

Tú no sabías que la muerte es bella
y que se hizo en tu cuerpo. No sabías
que la familia, calles generosas,
eran mentira.

Pero no aquella lluvia de la infancia,
y no el sabor de la desilusión,
la sábana, sin sombra y la caricia
desconocida.

Que la luz nunca olvida y no perdona,
más peligrosa con tu claridad
tan inocente que lo dice todo:
revelación.

Y ya no puedo ni vivir tu vida,
y ya no puedo ni vivir mi vida
con las manos abiertas esta tarde
maldita y clara.

Ahora se salva lo que se ha perdido
con sacrificio del amor, incesto
del cielo, y con dolor, remordimiento,
gracia serena.

¿Y si la primavera es verdadera?
Ya no sé qué decir. Me voy alegre.
Tú no sabías que la muerte es bella,
triste doncella.


lunes, 29 de julio de 2019

“Salvación del peligro”

Claudio Rodríguez (1976): El vuelo de una celebración

“Salvación del peligro”

Esta iluminación de la materia,
con su costumbre y con su armonía,
con sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.

Salva mi amor este metal fundido,
este lino que siempre se devana
con agua miel,
y el cerro con palomas,
y la felicidad del cielo,
y la delicadeza de esta lluvia,
y la música del
cauce arenoso del arroyo seco,
y el tomillo rastrero en tierra ocre,
la sombra de la roca a mediodía,
la escayola, el cemento,
el zinc, el níquel,
la calidad del hierro, convertido, afinado
en acero,
los pliegues de la astucia, las avispas del odio,
los peldaños de la desconfianza,
y tu pelo tan dulce,
tu tobillo tan fino y tan bravío,
y el frunce del vestido,
y tu carne cobarde...
Peligrosa la huella, la promesa
entre el ofrecimiento de las cosas
y el de la vida.

Miserable el momento si no es canto.
  

domingo, 28 de julio de 2019

“Sin epitafio”

Claudio Rodríguez (1991): Casi una leyenda

“Sin epitafio”

 Levanta el vuelo entre los copos ciegos
de cada letra. Deja
a esta inocencia que se está grabando
en el centro del alma. Deja, deja
tanto misterio y tanta cercanía,
tanto secreto que es renacimiento.
La vida se adivina. Vete. Fue
esta armonía de dolor y gracia,
tanta felicidad que es la verdad
y ahora alumbra tu oficio
con su silencio fugitivo, en son
sereno como de agua a mediodía.
Levanta el vuelo. No entres
en este cuerpo entero:
donde está amaneciendo.



sábado, 27 de julio de 2019

"El robo"

Claudio Rodríguez (1991): Casi una leyenda

“El robo”

A philip Silver
...il fiume, 
le zafiri...


         I

Ahora es el momento del acoso,
del asedio en silencio,
del rincón de la mano con su curva
y su techumbre de codicia. Ahora
es el momento de esta luz tan tenue,
alta en la intimidad del frío seco,
de este marzo tan solo.
Y hay que pagar el precio, la subasta, el fraude
porque tú has prometido y no has vendido,
y no has sabido lo que se presiente:
la aventura en secreto, la destreza
de tanta duda.
Es el recuerdo ruin y luminoso
y la mano entreabierta con malicia y rapiña
y los dedos astutos ya maduros
con el temblor de la sagacidad.
En cuanto el tacto brilla con asombro y con vicio,
la mirada al trasluz,
la encrucijada a oscuras del dinero.
Es la orfandad del cuerpo que no sabe
ser aún pobre ladrón, sin beneficio.

El aceite es muy íntimo rebelde,
tan sospechoso como el pulso. Déjalo,
deja que se resbale y que se esconda,
deja que nos ampare y nos anime,
déjalo que me acuse
del delito.
Tú recuerda cómo antes un olor a castaño,
a frambuesa, a cerezo, a caña dulce,
a la armonía de la ropa al raso
te alumbró, te dio techo, calle, adivinación
y hasta hoy libertad
entre perfidia y bienaventuranza.
Ahora es el momento de la llave,
de la honda cerradura. Acierta o vete.

Así, al acecho, entre los ladrones,
la incertidumbre de la soledad,
tanto delirio en manos
húmedas de oro,
con la prudencia de la encina oyendo
la señal de la liebre,
el raíl, el alambre
junto al cauce del río hoy muy templado,
te doy las piedras blancas del destino.

Grábalas con tu aliento
para que sepas que lo que has ganado
tú lo has perdido.

          II

No lo has perdido. Espera.
Cualquiera sabe y menos ahora cuando
te has olvidado de entregar al aire
el alma,
y cuando más respiras más se te va yendo
y te llama, y ya nunca…
Pero tu cuerpo y la uva moscatel
que es quemadura en la luz,
la fiebre y la sorpresa,
aún te descubren, en alta intemperie
mientras los dedos suenan, se hacen ágiles
y hasta familiares con bóvedas de humo.
¿Y tú qué esperas? ¿Qué temes ahora?
¿La claridad de nuevo, el riesgo, la torpeza
o la audacia serena de tu rebeldía
junto a la alevosía de noche
y la estrategia de la sombra en niebla
de aquellas lilas que fueron tu ayuda
con olor a azucena
donde te refugiaste y poco a poco
huiste de tu muerte, de aquel crimen,
mientras vas…?
Tú bien sabes adónde y lo has sabido siempre.

Pero llega el dominio del oficio,
el del hierro solemne y el acero perverso,
los goznes decorados, la locura del clavo,
el ritmo cincelado
sin notarse la huella de la cruel soldadura,
y la cabeza del tornillo abriendo
el giro y el encaje
de la bisagra:
la lira de la llave, el astil taladrado y bien pulido,
iluminado entre los pliegues limpios
marcados por la luz, por el azufre,
por el humo de sal y de carbón.

Nadie ha vencido pero no te han dado
libertad sino honda
esclavitud.
La que es desgracia es descubrimiento
y nacimiento.
No es el dolor sino es el sacrilegio
entre el metal y el alma
mientras la alondra nueva canta en las heridas
secas y solas de la cerradura.
¿Y lo que buscas es lo que tú amas?
Tú calla y no recuerdes. ¡Y las llaves al mar!

            III

No te laves las manos y no cojas arena
porque la arena está pidiendo noche,
la desnudez del sueño, grano de mirto.
Buscaste casa donde no hubo nadie,
cerca del río,
pero el destino había ya hecho duro
resplandor en las alas de la infancia.
Tú vas por el camino, que es el del sufrimiento,
de la ilusión, de la ambición, tortura,
con el trasfondo de la lejanía.
Eres ladrón: espera.
Mira el lirio del valle, los pinares
entrando en la ciudad cuando hoy apenas
hay tráfico, alarma
de policía.
Cada paso que des es peligroso
entre escombros y ruinas donde crece la malva
tan impaciente como
la media luna dedicada en nácar de la uña tocada,
del juego de la yema de los dedos.
Sigue con calma y llega al altar,
llega furtivo en danza
hasta la playa viva, hasta el oro del cáliz,
hasta el zafiro y hasta la esmeralda;
llegas hasta tu saliva que maldice,
suave y seca, a tu cuerpo.

Y fluye el Duero ilusionadamente…
Estás llegando a tanta claridad
que ya ni ves que está la primavera
sobria en los chopos de ahí enfrente. Pero,
¿tú qué has hecho?
¡Si has tenido en tus manos
la verdad!
No has podido salir de la marea
de esta ventana milagrosa y cierta
que te ahoga y ahorca.
La erosión de la piedra
eres tú,
solo y ocre en el ábside.
¡Pero si eres tú mismo, tú, con la agria
plasticidad de proa en tu rostro
siglo a siglo, día a día,
en transfiguración!
Tú, con tu vida entera
que despierta y que llama a la ciudad
mientras está cantando por las calles
la mañana que roba a la mañana,
tanto tiempo que roba hasta el amor
y hasta a mí mismo, sin saber quién eres,
viejo ladrón sin fuga.
¡SI estás vivo, estás vivo! Enhorabuena.