domingo, 3 de diciembre de 2023

“A un poeta futuro”

 Luis Cernuda (1924-1962): La realidad y el deseo [Como quien espera el alba (1941-1944)]

A un poeta futuro

 

No conozco a los hombres. Años llevo
De buscarles y huirles sin remedio.
¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo
Demasiado? Antes que en estas formas
Evidentes, de brusca carne y hueso,
Súbitamente rotas por un resorte débil
Si alguien apasionado les allega,
Muertos en la leyenda les comprendo
Mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
Fortalecido amigo solitario,
Como quien va del manantial latente
Al río que sin pulso desemboca.

 

No comprendo a los ríos. Con prisa errante pasan
Desde la fuente al mar, en ocio atareado,
Llenos de su importancia, bien fabril o agrícola;
La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple,
El multiforme mar, incierto y sempiterno.
Como en fuente lejana, en el futuro
Duermen las formas posibles de la vida
En un sueño sin sueños, nulas e inconscientes,
Prontas a reflejar la idea de los dioses.
Y entre los seres que serán un día
Sueñas tu sueño, mi imposible amigo.

 

No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
Que te comprendería, lo mismo que comprendo
Los animales, las hojas y las piedras,
Compañeros de siempre silenciosos y fieles.
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
De nuestro tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses
Fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo,
Unida con la tuya se acordaría en cadencia,
No callando sin eco entre el mudo auditorio.

 

Mas no me cuido de ser desconocido
En medio de estos cuerpos casi contemporáneos,
Vivos de modo diferente al de mi cuerpo
De tierra loca que pugna por ser ala
Y alcanzar aquel muro del espacio
Separando mis años de los tuyos futuros.
Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo,
Que otros ojos compartan lo que miran los míos.
Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco
Por ese abismo blanco del tiempo venidero
La sombra de tu alma, para aprender de ella
A ordenar mi pasión según nueva medida.

 

Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
Bajo sus clasificaciones y sus fechas,
Disgusto a uno por frío y a los otros por raro,
Y en mi temblor humano hallan reminiscencias
Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
Para que mi palabra no se muera
Silenciosa conmigo, y vaya como un eco
A ti, como tormenta que ha pasado
Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

 

Tú no conocerás cómo domo mi miedo
Para hacer de mi voz, mi valentía,
Dando al olvido inútiles desastres
Que pululan en torno y pisotean
Nuestra vida con estúpido gozo,
La vida que serás y que yo casi he sido.
Porque presiento en este alejamiento humano
Cuán míos habrán de ser los hombres venideros,
Cómo esta soledad será poblada un día,
Aunque sin mí, de camaradas puros a tu imagen.
Si renuncio a la vida es para hallarla luego
Conforme a mi deseo, en tu memoria.

 

Cuando en hora tardía, aún leyendo
Bajo la lámpara luego me interrumpo
Para escuchar la lluvia, pesada tal borracho
Que orina en la tiniebla helada de la calle,
Algo débil en mí susurra entonces:
Los elementos libres que aprisiona mi cuerpo
¿Fueron sobre la tierra convocados
Por esto sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adónde
Hallarlo? No conozco otro mundo si no es este,
Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
Como a una sombra, como yo he amado
La verdad del poeta bajo nombres ya idos.

 

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.

sábado, 2 de diciembre de 2023

“A un poeta muerto”

Luis Cernuda (1924-1962): La realidad y el deseo [VII Las nubes (1937-1940)] 

A un poeta muerto

 

Así como en la roca nunca vemos 
La clara flor abrirse, 
Entre un pueblo hosco y duro 
No brilla hermosamente 
El fresco y alto ornato de la vida. 
Por esto te mataron, porque eras 
Verdor en nuestra tierra árida 
Y azul en nuestro oscuro aire. 

Leve es la parte de la vida 
Que como dioses rescatan los poetas. 
El odio y destrucción perduran siempre 
Sordamente en la entraña 
Toda hiel sempiterna del español terrible, 
Que acecha lo cimero 
Con su piedra en la mano. 

Triste sino nacer 
Con algún don ilustre 
Aquí, donde los hombres 
En su miseria sólo saben 
El insulto, la mofa, el recelo profundo 
Ante aquel que ilumina las palabras opacas 
Por el oculto fuego originario. 

La sal de nuestro mundo eras, 
Vivo estabas como un rayo de sol, 
Y ya es tan sólo tu recuerdo 
Quien yerra y pasa, acariciando 
El muro de los cuerpos 
Con el dejo de las adormideras 
Que nuestros predecesores ingirieron 
A orillas del olvido. 

Si tu ángel acude a la memoria, 
Sombras son estos hombres 
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra; 
La muerte se diría 
Más viva que la vida 
Porque tú estás con ella, 
Pasado el arco de tu vasto imperio, 
Poblándola de pájaros y hojas 
Con tu gracia y tu juventud incomparables. 

Aquí la primavera luce ahora. 
Mira los radiantes mancebos 
Que vivo tanto amaste 
Efímeros pasar junto al fulgor del mar. 
Desnudos cuerpos bellos que se llevan 
Tras de sí los deseos 
Con su exquisita forma, y sólo encierran 
Amargo zumo, que no alberga su espíritu 
Un destello de amor ni de alto pensamiento. 

Igual todo prosigue, 
Como entonces, tan mágico, 
Que parece imposible 
La sombra en que has caído. 
Mas un inmenso afán oculto advierte 
Que su ignoto aguijón tan sólo puede 
Aplacarse en nosotros con la muerte, 
Como el afán del agua, 
A quien no basta esculpirse en las olas, 
Sino perderse anónima 
En los limbos del mar. 

Pero antes no sabías 
La realidad más honda de este mundo: 
El odio, el triste odio de los hombres, 
Que en ti señalar quiso 
Por el acero horrible su victoria, 
Con tu angustia postrera 
Bajo la luz tranquila de Granada, 
Distante entre cipreses y laureles, 
Y entre tus propias gentes 
Y por las mismas manos 
Que un día servilmente te halagaran. 

Para el poeta la muerte es la victoria; 
Un viento demoníaco le impulsa por la vida, 
Y si una fuerza ciega 
Sin comprensión de amor 
Transforma por un crimen 
A ti, cantor, en héroe, 
Contempla en cambio, hermano, 
Cómo entre la tristeza y el desdén 
Un poder más magnánimo permite a tus amigos 
En un rincón pudrirse libremente. 

Tenga tu sombra paz, 
Busque otros valles, 
Un río donde del viento 
Se lleve los sonidos entre juncos 
Y lirios y el encanto 
Tan viejo de las aguas elocuentes, 
En donde el eco como la gloria humana ruede, 
Como ella de remoto, 
Ajeno como ella y tan estéril. 

Halle tu gran afán enajenado 
El puro amor de un dios adolescente 
Entre el verdor de las rosas eternas; 
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra, 
Tras de tanto dolor y dejamiento, 
Con su propia grandeza nos advierte 
De alguna mente creadora inmensa, 
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria 
Y luego le consuela a través de la muerte.

viernes, 1 de diciembre de 2023

“Recuerdo el amor”

Elsa López (1987: Del amor imperfecto

“Recuerdo el amor”

Recuerdo el amor que me nacía al tiempo de la lluvia.
Recuerdo los baúles y las colchas de hilo,
las flores de lavanda volando por espacios abiertos y felices,
aquella despiadada multitud de grillos debajo de las lápidas,
y tus besos, pan y aceite, detrás de los postigos.

Recuerdo aquellos días cuando tú me besabas
tras las torres caídas del castillo y las olas.
Y recuerdo las noches naufragando tu cuerpo
en aquella penumbra universal del hambre.

Yo entonces era otra.
Pero no he renunciado ni al amor ni a la herida.