Carlos Alcorta (2015): Ahora es la noche
“Didáctica”
“Éste
no es poema de resurrección.
El
cuerpo segrega sus jugos y luego desaparece.
Este
es un poema de insurrección
contra
el yo.”
Henry
Cole
¿A quién contemplo cuando me miro en el espejo?
¿Puede la imagen de alguien que ha perdido
su propia identidad desfigurar
la imagen verdadera
de quien se observa cuando ya nada significa
lo inmanente para la piel y es todo
un temblor de las formas? ¿Es el otro que habita
en mí quien me imagina y me destruye
al inventarme? ¿No es en la inconsciencia,
ese espacio ingrávido en donde flota
un yo eventual, el molde más exacto
para dar forma al pensamiento?
No extraigo conclusiones decisivas
que logren convencerme porque sé
que lo que creen que soy existe sólo
en la idea de mí que fraguan con mis actos
o cuando miran al pasado y ven
los pliegues de mis rasgos anteriores.
Ciertas expectativas se convierten
en costumbres. Soy yo y soy otro al mismo
tiempo. Tal vez un hombre fustigado
por incongruencias y vacilaciones
morales que se arroja a los abismos
de su existencia, alguien que vence el miedo
y se enfrenta al destino con la fe
en sí mismo que le otorga la experiencia,
o tal vez sólo un hombre que precisa
un consejo, un mentor justo como Virgilio
para explorar la zona del infierno en que vive.
Esperar es creer en el futuro.
Tengo una apremiante necesidad
de comprender la causa de mi pesimismo,
no la encuentro en las falsas profecías
de los videntes ni en ese vacío
que ha dejado en mi alma un Dios ausente.
El mundo que construyo con palabras
es tan veraz como un autorretrato
pintado desde un ángulo visual
incorrecto, quizá por esa causa,
por descreer de todo,
al mirarme de nuevo en el espejo
—“Este soy yo, pensaba, el centro del poema,
un precario arquetipo de la inmortalidad
que se volatiliza al cesar la escritura”—,
comprobé que lo que aparecía
en él no era la luz que yo irradiaba,
sino una falsa claridad que daba
vida a la idea que los otros tienen
de mí, a la que yo me acomodaba