sábado, 13 de octubre de 2018

“Acróbatas del aire”

Carlos Alcorta (2009): Sol de resurrección

“Acróbatas del aire”

No hay más red que la red del pensamiento.

Quienes veneran el espacio puro,
en el tiempo estancado, sometido
al soplo más entero nada temen
de la muerte. Acentúa el riesgo su valor,
prolonga y da sentido a su existir
y una hipótesis irrefutable habla
de la avaricia de flotar por siempre,
ingrávidos, de mantenerse al margen
del mundo, como ascetas instigados,
envueltos en el manto cristalino
de una fe que conforta y glorifica.

Sin angustia se arrojan, desplegadas sus dotes,
desde la carlinga resplandeciente
hacia un cielo infinito de colores variables
que engatusa y fascina al participante
y al veterano como el vino
espumoso de las celebraciones.

En el aire
flotan como un corcho en las intranquilas
aguas de un torrente, remontan cauces,
atraviesan gargantas rocosas dibujando
entre nubes imaginarios bucles,
cabriolas que parecen quebradizos
ramajes secos de árboles desnudos.

Dejándose caer, el alma asciende.

Se funde el horizonte en la mirada,
que se ciega y en sí misma se recoge
como una súplica, en fiebre de sol,
en nocturno frescor de sacristía.

Mientras se acercan a la superficie,
a lo más visible, a esa antigua sombra
que crece desde el suelo,
se agranda esa frondosa cicatriz
que concreta el lugar de la caída.

Quien salta sufre la imprevista amnesia
del no vivir durante unos segundos,
porque el cuerpo sale de sí y se ignora
solo ascendiendo y la altitud asfixia
y el corazón que siente se refrena
en un negro vacío de sangre y soledad.

Quien salta se deleita en su victoria
ante ese que dudaba,
entra en lo íntimo, en lo que no conoce,
como si su yo fuera el de un desconocido,
y se sorprende, dueño de nada, de su temple. 

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