Garcilaso de la Vega
“Égloga II” (Fragmento: 'En medio del invierno está templada...')
Albanio
En medio del invierno está
templada
el agua dulce desta clara fuente,
y en el verano más que nieve helada.
¡Oh claras ondas, cómo veo
presente,
en viéndoos, la memoria d’aquel día
de que el alma temblar y arder se siente!
En vuestra claridad vi mi alegría
escurecerse toda y enturbiarse;
cuando os cobré, perdí mi compañía.
¿A quién pudiera igual tormento
darse,
que con lo que descansa otro afligido
venga mi corazón a atormentarse?
El dulce murmurar deste rüido,
el mover de los árboles al viento,
el suave olor del prado florecido
podrian tornar d’enfermo y
descontento
cualquier pastor del mundo alegre y sano;
yo solo en tanto bien morir me siento.
¡Oh hermosura sobre’l ser
humano,
oh claros ojos, oh cabellos d’oro,
oh cuello de marfil, oh blanca mano!,
¿cómo puede ora ser qu’en triste
lloro
se convertiese tan alegre vida
y en tal pobreza todo mi tesoro?
Quiero mudar lugar y a la
partida
quizá me dejará parte del daño
que tiene el alma casi consumida.
¡Cuán vano imaginar, cuán claro
engaño
es darme yo a entender que con partirme,
de mí s’ha de partir un mal tamaño!
¡Ay miembros fatigados, y cuán
firme
es el dolor que os cansa y enflaquece!
¡Oh, si pudiese un rato aquí adormirme!
Al que, velando, el bien nunca
s’ofrece,
quizá qu’el sueño le dará, dormiendo,
algún placer que presto desparece;
en tus manos ¡oh sueño! m’encomiendo.
Salicio
¡Cuán bienaventurado
aquél puede llamarse
que con la dulce soledad s’abraza,
y vive descuidado
y lejos d’empacharse
en lo que al alma impide y embaraza!
No ve la llena plaza
ni la soberbia puerta
de los grandes señores,
ni los aduladores
a quien la hambre del favor despierta;
no le será forzoso
rogar, fingir, temer y estar quejoso.
A la sombra holgando
d’un alto pino o robre
o d’alguna robusta y verde encina,
el ganado contando
de su manada pobre
que en la verde selva s’avecina,
plata cendrada y fina
y oro luciente y puro
bajo y vil le parece,
y tanto lo aborrece
que aun no piensa que dello está seguro,
y como está en su seso,
rehuye la cerviz del grave peso.
Convida a un dulce sueño
aquel manso rüido
del agua que la clara fuente envía,
y las aves sin dueño,
con canto no aprendido,
hinchen el aire de dulce armonía.
Háceles compañía,
a la sombra volando
y entre varios olores
gustando tiernas flores,
la solícita abeja susurrando;
los árboles, el viento
al sueño ayudan con su movimiento.
¿Quién duerme aquí? ¿Dó está que no le veo?
¡Oh, hele allí! ¡Dichoso tú, que aflojas
la cuerda al pensamiento o al deseo!
¡Oh natura, cuán pocas obras
cojas
en el mundo son hechas por tu mano,
creciendo el bien, menguando las congojas!
El sueño diste al corazón humano
para que, al despertar, más s’alegrase
del estado gozoso, alegre o sano,
que como si de nuevo le hallase,
hace aquel intervalo que ha passado
qu’el nuevo gusto nunca al fin se pase;
y al que de pensamiento fatigado
el sueño baña con licor piadoso,
curando el corazón despedazado,
aquel breve descanso, aquel
reposo
basta para cobrar de nuevo aliento
con que se pase el curso trabajoso.
Llegarme quiero cerca con buen
tiento
y ver, si de mí fuere conocido,
si es del número triste o del contento.
Albanio es este que’stá’quí
dormido,
o yo conosco mal; Albanio es, cierto.
Duerme, garzón cansado y afligido.
¡Por cuán mejor librado tengo un
muerto,
que acaba’l curso de la vida humana
y es conducido a más seguro puerto,
qu’el que, viviendo acá, de vida
ufana
y d’estado gozoso, noble y alto
es derrocado de fortuna insana!
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