Rubén Darío
(1888): Azul
“De invierno”
En invernales horas,
mirad a Carolina.
Medio apelotonada,
descansa en el sillón,
envuelta con su
abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego
que brilla en el salón.
El fino angora
blanco junto a ella se reclina,
rozando con su
hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las
jarras de porcelana china
que medio oculta un
biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles
filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer
ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su
rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja
que fuera flor de lis.
Abre los ojos;
mírame con su mirar risueño,
y
en tanto cae la nieve del cielo de París.
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