Luis de Góngora y Argote: Soledades
“Soledad segunda (final)”
Ruda en esto política, agregados
tan mal ofrece como constrüidos
bucólicos albergues, si no flacas
piscatorias barracas,
que pacen campos, que penetran senos,
de las ondas no menos
aquéllos perdonados
que de la tierra éstos admitidos.
Pollos, si de las propias no vestidos,
de las maternas plumas abrigados,
vecinos eran destas alquerías,
mientras ocupan a sus naturales
Glauco en las aguas, y en las hierbas Pales.
¡Oh cuántas cometer piraterías
un corsario intentó y otro volante,
uno y otro rapaz, digo, milano,
bien que todas en vano,
contra la infantería, que pïante
en su madre se esconde, donde halla
voz que es trompeta, pluma que es muralla.
tan mal ofrece como constrüidos
bucólicos albergues, si no flacas
piscatorias barracas,
que pacen campos, que penetran senos,
de las ondas no menos
aquéllos perdonados
que de la tierra éstos admitidos.
Pollos, si de las propias no vestidos,
de las maternas plumas abrigados,
vecinos eran destas alquerías,
mientras ocupan a sus naturales
Glauco en las aguas, y en las hierbas Pales.
¡Oh cuántas cometer piraterías
un corsario intentó y otro volante,
uno y otro rapaz, digo, milano,
bien que todas en vano,
contra la infantería, que pïante
en su madre se esconde, donde halla
voz que es trompeta, pluma que es muralla.
A media rienda en tanto el anhelante
caballo, que el ardiente sudor niega
en cuantas le densó nieblas su aliento,
a los indignos de ser muros llega
céspedes, de las ovas mal atados.
Aunque ociosos, no menos fatigados,
quejándose venían sobre el guante
los raudos torbellinos de Noruega.
Con sordo luego estrépito despliega
(injuria de la luz, horror del viento)
sus alas el testigo que en prolija
desconfianza a la sicana diosa
dejó sin dulce hija,
y a la estigia Deidad con bella esposa.
caballo, que el ardiente sudor niega
en cuantas le densó nieblas su aliento,
a los indignos de ser muros llega
céspedes, de las ovas mal atados.
Aunque ociosos, no menos fatigados,
quejándose venían sobre el guante
los raudos torbellinos de Noruega.
Con sordo luego estrépito despliega
(injuria de la luz, horror del viento)
sus alas el testigo que en prolija
desconfianza a la sicana diosa
dejó sin dulce hija,
y a la estigia Deidad con bella esposa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario