Luis Muñoz (1995): Manzanas amarillas
“La amiga”
Tenía, como ella,
ojos color de miel irisados en ámbar,
el cabello rojizo como un galope en sueños,
y una afición inhóspita, desmedida
por los viajes nocturnos y los hombres
de oscuridad alegre.
Se lo contaban todo.
Andaban de la mano como chispas prendidas
-- como gotas de agua les decían al verles --
y él se creyó igualado a los ojos de ella.
Se querían amigos y bebieron
el alcohol del deseo como si nada hubiese.
Un vértigo de luces, un calor en el frío.
Y cuando el tiempo quiso
-- porque el azar no juega en estos casos --
que ella se cruzara al hombre de su vida,
un hombre nada turbio -- convencional y simple --
que la cambió de golpe en fiel y temerosa,
se desgarró la magia como niebla en un faro.
Y él la miró de lejos, como si nunca fuese.
ojos color de miel irisados en ámbar,
el cabello rojizo como un galope en sueños,
y una afición inhóspita, desmedida
por los viajes nocturnos y los hombres
de oscuridad alegre.
Se lo contaban todo.
Andaban de la mano como chispas prendidas
-- como gotas de agua les decían al verles --
y él se creyó igualado a los ojos de ella.
Se querían amigos y bebieron
el alcohol del deseo como si nada hubiese.
Un vértigo de luces, un calor en el frío.
Y cuando el tiempo quiso
-- porque el azar no juega en estos casos --
que ella se cruzara al hombre de su vida,
un hombre nada turbio -- convencional y simple --
que la cambió de golpe en fiel y temerosa,
se desgarró la magia como niebla en un faro.
Y él la miró de lejos, como si nunca fuese.
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