domingo, 31 de enero de 2021

“Tú me quieres blanca”

Alfonsina Storni (1918): El dulce daño
“Tú me quieres blanca”
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
Me pretendes alba.
Huye hacia los bosques;
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

sábado, 30 de enero de 2021

"Canción de aniversario"

Jaime Gil de Biedma (1966): Moralidades

"Canción de aniversario"

Porque son ya seis años desde entonces,
porque no hay en la tierra, todavía,
nada que sea tan dulce como una habitación
para dos, si es tuya y mía;
porque hasta el tiempo, ese pariente pobre
que conoció mejores días,
parece hoy partidario de la felicidad,
cantemos, alegría!

Y luego levantémonos más tarde,
como domingo. Que la mañana plena
se nos vaya en hacer otra vez el amor,
pero mejor: de otra manera
que la noche no puede imaginarse,
mientras el cuarto se nos puebla
de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,
y de historia serena.

El eco de los días de placer,
el deseo, la música acordada
dentro en el corazón, y que yo he puesto apenas
en mis poemas, por romántica;
todo el perfume, todo el pasado infiel,
lo que fue dulce y da nostalgia,
¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces
soñabas y soñaba?

La realidad —no demasiado hermosa—
con sus inconvenientes de ser dos,
sus vergonzosas noches de amor sin deseo
y de deseo sin amor,
que ni en seis siglos de dormir a solas
las pagaríamos. Y con
sus transiciones vagas, de la traición al tedio,
del tedio a la traición.

La vida no es un sueño, tú ya sabes
que tenemos tendencia a olvidarlo.
Pero un poco de sueño, no más, un si es no es
por esta vez, callándonos
el resto de la historia, y un instante
—mientras que tú y yo nos deseamos
feliz y larga vida en común—, estoy seguro
que no puede hacer daño.

viernes, 29 de enero de 2021

"Miércoles, día del espectador"

Luis García Montero (1998): Completamente viernes

"Miércoles, día del espectador"

No se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
La película es mala,
las sombras buscan cuerpos para encontrar deseos,
se oyen voces de actores,
imágenes dudosas,
pero los labios son materia viva
en las butacas observadas
y los botones pierden su vergüenza.

Suena un disparo inútil,
la camisa deshecha, 
la mano que naufraga entre los muslos.
Se persiguen dos coches por tus hombros
y estalla un edificio,
una lengua de fuego en la ventana,
llamas que desesperan vientre abajo,
el pelo negro por la mano abierta,
negro como la vida en la pantalla, 
como el silencio del actor que mira, 
del acomodador,
del público encendido.

Ya no tienen edad para estas cosas,
comenta el matrimonio de la última fila.
Y pienso que es verdad. No se descarta,
no se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.

jueves, 28 de enero de 2021

“La ventana indiscreta”

José Hierro (1998): Cuaderno de Nueva York

“La ventana indiscreta”

I
IMPROMPTU

De pronto, sin saber por qué... de pronto...
sin tan siquiera sospecharlo...
...de pronto... el torbellino, el huracán,
la tempestad crispando la cresta de las olas,
disparándolas contra el cielo negrísimo...
...de pronto... nuestros cuerpos destruidos,
enlazados, recién nacidos, agonizantes,
parpadeantes, sumergidos, nadando
en nuestro irrepetible acuario azul
de nunca más y música...
dos llamas pálidas que lamen, muerden,
y chispas del ocaso en los ojos canela,
ojos garzos, y negros de noche,
de uva, oliva, de verdor submarino...
...no sé... asomados al reino del espliego,
metálico y morado a la luz de la luna,
sobrevolando las colinas
acariciadas, desgarradas
por el canto del grillo por el motor de la chicharra
... de pronto... descabalgado de Pegaso...
(porque Pegaso existe
no es fábula ni mito:
yo he acariciado muchas veces
las plumas de sus alas)
...de pronto... sin saber por qué,
los moradores del alcázar de la felicidad,
los que oían tintinear sobre las losas
las monedas de plata desprendidas del beso
...de pronto... sin tan siquiera sospecharlo.

Todo ha quedado incluido en un bloque de hielo
congelado, hechizado, paralizado, inmóvil,
fosilizado como un pez o un insecto
en la transparencia del ámbar
(No mires, beso tus ojos para que no veas
para que no veas lo que veo
enfrente de nuestra ventana.)

II
TRES VENTANAS

Aquí no hicieron alto nunca
el sol del mediodía, el zumbido del viento.
(Demasiado al norte este patio, este pozo,
este hueco prismático y sombrío
sin noticia de las estaciones.)
Tan sólo una pareja de palomas
baja, de cuando en cuando,
y condecora los alféizares
con estigmas de lepra nauseabunda.
Después, desaparece.

Estrechas, casi góticas, tres ventanas intentan
contradecir la lobreguez endémica,
la tarea paciente del humo y de la lluvia
con su luz de oro enfermo.
En la central (imperio mágico del gato
y del pez, prisionero en su pecera),
dos siluetas ancianas tras los cristales turbios
representan, día tras día,
su minúscula historia:
he aquí el Gran Teatro del Mundo.

Probablemente era ya vieja la casa
cuando llegaron ellos, presuntamente jóvenes.
Aquí cursaron el aprendizaje
de envejecer. Tienen ahora
–la casa y ellos–
idéntica vejez, impermeable a las horas.

En el sofá, codo con codo,
imantados por la fosforescencia
de la pantalla del televisor
esperan (no lo saben, no mires) la llegada
de la nave que habrá de conducirlos
a la tierra de promisión, al paraíso olvidado.

Y esto es todo. Y es siempre. Y nunca.
Dan las agujas del reloj
nuevas de la llegada de la noche.
Simultáneas, las sombras se levantan.
Se extingue la luz de hoja seca.
Unos minutos o unos siglos después
(aquí el tiempo no cuenta)
se encienden las ventanas laterales
a cada lado del espacio oscuro
en el que el gato ronronea
y el pez sueña riberas de jade tembloroso.
Poco después se apagan.
He aquí el Gran Teatro de la Sombra.

Los cuerpos, acostados, remotos
oyen idénticas palabras
llegadas de la misma estación emisora,
con la radio pegada a la oreja,
muy baja de volumen
para no molestar a los vecinos.

miércoles, 27 de enero de 2021

“Desde pequeño soñé”

Alfonso Costafreda (1949): Nuestra elegía

“Desde pequeño soñé”

Desde pequeño soñé
ser el poeta
que explicase a los niños la historia de los pájaros;
cómo en ellos se apasiona la vida,
se adelgaza, se cumple,
y en los cielos, ella misma se canta.

martes, 26 de enero de 2021

“Me basta así”

Alfonso Costafreda (1949): Nuestra elegía

“Me basta así”

A Luciana Salvagni

En este instante existes tú solamente.
Generosa la luz se concentra en tus límites,
el espacio en torno para ti se apaga.
Tú luces, somos nosotros aire para tu luz.
Tú cuerpo; tú vida; tú alimento;
nosotros sólo, sentidos para tu cuerpo,
vidas adentradas en la tuya, borradas por tu vida;
alimentados por tu alimento.

Tú, árbol de blancura, blancos frutos,
que ni por la muerte se alcanzan totalmente.
Para tu blanca piel, sobre el río de savia, palpitante,
son nuestras manos, somos nosotros,
márgenes hambrientas y oscuras.

En este instante tan sólo tú existes.
Tú vives, presentas, inquietas, das gozo.
Tú eres forma, agua, sangre y palabra.
Todo lo demás, todos: universo sediento, sed de ti
y silencio.

lunes, 25 de enero de 2021

“Me basta así”

Ángel González (1965): Palabra sobre palabra

“Me basta así”

Si yo fuese Dios 
y tuviese el secreto, 
haría un ser exacto a ti; 
lo probaría 
(a la manera de los panaderos 
cuando prueban el pan, es decir: 
con la boca), 
y si ese sabor fuese 
igual al tuyo, o sea 
tu mismo olor, y tu manera 
de sonreír, 
y de guardar silencio, 
y de estrechar mi mano estrictamente, 
y de besarnos sin hacernos daño 
—de esto sí estoy seguro: pongo 
tanta atención cuando te beso—; 
                                                       entonces,
si yo fuese Dios, 
podría repetirte y repetirte, 
siempre la misma y siempre diferente, 
sin cansarme jamás del juego idéntico, 
sin desdeñar tampoco la que fuiste 
por la que ibas a ser dentro de nada;
 
ya no sé si me explico, pero quiero 
aclarar que si yo fuese 
Dios, haría 
lo posible por ser Ángel González 
para quererte tal como te quiero, 
para aguardar con calma 
a que te crees tú misma cada día 
a que sorprendas todas las mañanas 
la luz recién nacida con tu propia 
luz, y corras 
la cortina impalpable que separa 
el sueño de la vida, 
resucitándome con tu palabra, 
Lázaro alegre, 
yo, 
mojado todavía 
de sombras y pereza, 
sorprendido y absorto 
en la contemplación de todo aquello 
que, en unión de mí mismo, 
recuperas y salvas, mueves, dejas 
abandonado cuando —luego— callas... 

(Escucho tu silencio. 
                                   Oigo 
constelaciones: existes. 
                                     Creo en ti. 
                                                       Eres. 
                                                                 Me basta).

domingo, 24 de enero de 2021

“Égloga III (Fragmento: ‘Flérida, para mi dulce y sabrosa...’)”

Garcilaso de la Vega

“Égloga III (Fragmento: ‘Habiendo contemplado una gran pieza’)”

Tirreno

   Flérida, para mi dulce y sabrosa
más que la fruta del cercado ajeno,
más blanca que la leche, y más hermosa
que el prado por abril de flores lleno:
si tú respondes pura y amorosa
al verdadero amor de tu Tirreno,
a mi majada arribarás primero
que el cielo nos muestre su lucero.

Alcino

   Hermosa Filis, siempre yo te sea
amargo al gusto más que la retama,
y de ti despojado yo me vea,
cual queda el tronco de su verde rama,
si más que yo el murciélago desea
la oscuridad, ni más la luz desama,
por ver ya el fin de un término tamaño
de este día; para mí mayor que un año.

Tirreno

   Cual suele acompañada de su bando
aparecer la dulce primavera,
cuando Favonio y Céfiro soplando
al campo toman su beldad primera,
y van artificiosos esmaltando
de rojo, azul y blanco la ribera,
en tal manera a mi Flérida mía
viniendo, reverdece mi alegría.

Alcino

   ¿Ves el furor del animoso viento
embravecido en la fragosa sierra
que los antiguos robles ciento a ciento,
y los pinos altísimos atierra,
y de tanto destrozo aún no contento,
al espantoso mar mueve la guerra?
Pequeña es esta furia, comparada
a la de Filis, con Alcino airada.

Tirreno

   El blanco trigo multiplica y crece
produce el campo en abundancia y tierno
pasto al ganado; el verde monte ofrece
a las fieras salvajes su gobierno-,
a do quiera me miro, me parece
que derrama la copia todo el cuerno;
mas todo se convertirá en abrojos,
si de ello aparta Flérida sus ojos.

Alcino

   De la esterilidad es oprimido
el monte, el campo, el soto y el ganado;
la malicia del aire corrompido
hace morir la yerba mal su grado;
las aves ven su descubierto nido,
que ya de verdes hojas fue cercado;
pero si Fllis por aqui tornare,
hará reverdecer cuanto mirare.

Tirreno

   El álamo de Alcides escogido
fue siempre, y el laurel del rojo Apolo;
de la hermosa Venus fue tenido
en precio y en estima el mirto solo;
el verde sauce de Flérida es querido,
y por suyo entre todos escogiólo:
doquiera que de hoy más sauces se hallen,
el álamo, el laurel y el mirto callen.

Alcino

   El fresno por la selva en hermosura
sabemos ya que sobre todos vaya,
y en aspereza y monte de espesura
se aventaja la verde y alta haya;
mas el que la beldad de tu figura,
donde quiera mirando, Filis, haya,
al fresno y a la haya en su aspereza
confesará que vence tu belleza.
   Esto cantó Tirreno, y esto Alcino
le respondió; y habiendo ya acabado
el dulce son, siguieron su camino
con paso un poco más apresurado.
Siendo a las ninfas ya el rumor vecino,
juntas se arrojan por el agua a nado;
y de la blanca espuma que movieron,
las cristalinas ondas se cubrieron.

sábado, 23 de enero de 2021

“Égloga III (Fragmento: ‘Elisa soy, en cuyo nombre suena...’)”

Garcilaso de la Vega

“Égloga III (Fragmento: ‘Elisa soy, en cuyo nombre suena...’)”

"Elisa soy, en cuyo nombre suena
y se lamenta el monte cavernoso,
testigo del dolor y grave pena
en que por mí se aflige Nemoroso,
y llama ¡Elisa!... ¡Elisa! a boca llena
responde el Tajo, y lleva presuroso
al mar de Lusitania el nombre mío,
donde será escuchado, yo lo fío."
 
   En fin en esta tela artificiosa
toda la historia estaba figurada,
que en aquella ribera deleitosa
de Nemoroso fue tan celebrada;
porque de todo aquesto y cada cosa
estaba Nise ya tan lnformada,
que llorando el pastor, mil veces ella
se enterneció escuchando su querella.
 
   Y porque aqueste lamentable cuento
no sólo entre las selvas se contase,
mas dentro de las ondas sentimiento
con la noticia desto se mostrase,
quiso que de su tela el argumento
la bella ninfa muerta señalase
y así se publicase de uno en uno
por el húmedo reino de Neptuno.
 
   Destas historias tales variadas
eran las telas de las cuatro hermanas,
las cuales con colores matizadas
claras y luces de las sombras vanas,
mostraban a los ojos relevadas
las cosas y figuras que eran llanas,
tanto, que al parecer el cuerpo vano
pudiera ser tomado con la mano.
 
   Los rayos ya del sol se trastornaban,
escondiendo su luz al mundo cara
tras altos montes, y a la luna daban
lugar para mostrar su blanca cara;
los peces a menudo ya saltaban,
con la cola azotando el agua clara,
cuando las Ninfas, la labor dejando,
hacia el agua se fueron paseando.
 
   En las templadas ondas ya metidos
tenían los pies, y reclinar querían
los blancos cuerpos, cuando sus oídos
fueron de dos zampoñas que tañían
suave y dulcemente, detenidos;
tanto, que sin mudarse las oían,
y al son de las zampoñas escuchaban
dos pastores a veces que cantaban.
 
   Más claro cada vez el son se oía,
de los pastores, que venían cantando
tras el ganado, que también venía
por aquel verde soto caminando;
y a la majada, ya pasado el día,
recogido le llevan, alegrando
las verdes selvas con el son suave
haciendo su trabajo menos grave.
 
   Tirreno de estos dos el uno era,
Alcino el otro, entrambos estimados,
y sobre cuantos pacen la ribera
del Tajo con sus vacas enseñados;
mancebos de una edad, de una manera
a cantar juntamente aparejados
y a responder, aquesto van diciendo,
cantando el uno, el otro respondiendo.