Juana de Ibarbourou (1919): Las lenguas de diamante
“La pequeña llama”
Yo siento por la luz un amor de salvaje.
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿No será, cada lumbre, un cáliz que recoge
El calor de las almas que pasan en su viaje?
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿No será, cada lumbre, un cáliz que recoge
El calor de las almas que pasan en su viaje?
Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
Lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.
Lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.
Yo respeto y adoro la luz como si fuera
Una cosa que vive, que siente, que medita,
Un ser que nos contempla transformado en hoguera.
Una cosa que vive, que siente, que medita,
Un ser que nos contempla transformado en hoguera.
Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
Una pequeña llama de dulzura infinita
Para tus largas noches de amante desolado.
Una pequeña llama de dulzura infinita
Para tus largas noches de amante desolado.
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