Rafael Alberti (1945): A la pintura
"Tiziano"
Fue Dánae, fue Calixto, fue Diana,
fue Adonis y fue Baco, fue Cupido;
la cortesana azul mar veneciana,
el ceñidor de Venus desceñido,
la bucólica plástica suprema.
Fue a toda luz, a toda voz el tema.
¡Oh, juventud! Tu nombre es el Tiziano.
Tu música, su fuente calurosa.
Tu belleza, el concierto de su mano.
Tu gracia, su sonrisa numerosa.
Lúdica edad, preámbulo sonoro,
divina y fiel desproporción de oro.
El alto vientre esférico, el agudo
pezón saltante, errático en la orgía,
las más secretas sombras al desnudo.
Bacanal del color: su mediodía.
Colorean los ríos los Amores,
surtiendo en arco de sus ingles flores.
No ignoran las alcobas ni el brocado
del cortinón que irisa el escarlata
cuanto acrecienta un cuerpo enamorado
sobre movidas sábanas de plata.
Nunca doró pincel en primavera
mejor cintura ni mayor cadera.
Todo se dora. El siena que en lo umbrío
cuece la selva en una luz tostada
dora el ardor del sátiro cabrío
tras de la esquiva sáfica dorada;
y un rubio viento, umbrales y dinteles,
basamentos, columnas, capiteles.
La vid que el alma de Dionisos dora,
del albo rostro de Jesús exuda,
y la Madre de Días, Nuestra Señora,
de Afrodita de oro se desnuda.
Vuelca el Amor profano su áureo vino
en los manteles del Amor divino.
¡Amor! Eros infante que dispara
la más taladradora calentura;
venablo luminoso, flecha clara,
directa al corazón de la Pintura.
¿Cuándo otra edad vio plenitud más bella,
altor de luna, miramar de estrella?
Pintor del Piave di Cadore, eterno,
dichoso juvenil, vergel florido,
resplandeciente río sin invierno,
en el monte de Venus escondido.
Sean allí a tus prósperos verdores
Priapo el pincel, Adonis los colores.
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