Benjamín Prado (1991): El corazón azul del alumbrado
“Las noches en Granada”
para Luis García Montero
Eran las noches con calles encendidas
y estrellas de verano.
En los parques,
————– cantaban las cigarras
—las cigarras ya cantan después de nuestra muerte,
dijo alguno— y, más lejos,
el aire dirigía el timón de los bosques
o soltaba en los campos su león de centeno.
Ellos iban andando junto al río.
Parados junto a un muro,
uno pensó en la cal, cómplice de la luna,
y otro en la sombra azul de los jardines.
Los dos iban saltando de ellos hasta esa noche
como el médico —dice
Tennessee Williams— que acompaña a un loco
va y viene de su horrible mundo al nuestro.
Por entonces,
————– sus vidas
eran como una nieve sin pisadas
o una estepa sin lobos.
Aún no habían cortado la cabeza a Medusa,
ni vencido a su Juno,
——————–ni salvado a su Andrómeda,
ni bajado al Infierno en busca de su Eurídice.
Por entonces,
—————sus dedos inventaban el trigo
y sus ojos creaban las espigas.
En los parques,
se oía cantar a las cigarras
y ellos, mitad en sombras y mitad de la luna,
hablaban lentamente,
con palabras que eran el opio de los labios,
el ámbar de los días.
Pasaron diez, pasaron quince años.
Por entonces
————–ya había conocido a su Némesis,
rechazado a su Eco
y amado a su Pandora.
Ya habían descubierto los pozos y las hienas,
clavado su cuchillo en el rival,
bebido la cicuta blanca del camarada.
Pasaron diez, pasaron veinte años,
pero ellos no cambiaban,
——————————ni cambió la ciudad:
allí siguen las noches encendidas
y las plazas que agregan sus voces a las fuentes
y el olor del jazmín mezclado con el río.
Hay poemas que saben detener los relojes.
Hay poemas que espantan a los lobos.
Hay poemas que son el camino a una isla.
Hay poemas que son lo contrario del hielo.
Yo encontré esos poemas en Granada:
Íbamos juntos a un río
y la luna buscaba el marfil de las cosas.
A lo lejos,
el aire dirigía el timón de los bosques
o soltaba en los campos su león de centeno.
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