Fernando Zamora (2012): De palomares y palomas
“En la estación”
Palomas
—sin billete—
de andén
en andén
Fernando Zamora (2012): De palomares y palomas
“En la estación”
Palomas
—sin billete—
de andén
en andén
Benjamín Prado (2002): Iceberg
“¿De qué me sirve ahora?"
¿Dónde están ahora Rilke y Ajmátova y Neruda?
¿Dónde están ahora Ovidio
y Auden y Robert Lowell?
¿Dónde están todos esos a quienes di mis labios,
los que vivían con mi corazón?
¿Dónde están,
de qué sirven en este día oscuro;
dónde está Lorca, dónde está Cernuda,
dónde está Ingeborg Bachmann hoy que mi padre ha
muerto y yo huyo de sus ojos -leo a Bécquer,
leo a San Juan-,
quiero ocultar sus ojos
igual que el desertor que entierra su uniforme junto a un río?
¿Qué puede hacer Pessoa contra el hielo;
para qué sirve Pasternak
cuando el dolor instala su colmena?
Los poemas no saben detener los relojes;
no existen puentes que hagan menos hondo un abismo.
Busco a Paul Valéry,
busco a Huidobro.
Miro hacia atrás y veo la serpiente
del camino ya andado.
Busco palabras que me vuelvan ciego,
busco palabras que me den mi vida.
¿De qué sirve Virgilio contra la flor cortada
o la luz de las velas
o el peso de mi padre sobre el hombro
como un buitre sobre una res caída?
El marmol no merece la muerte del Laocoonte.
Abro un libro. Es muy bello. De qué me sirve ahora.
Ángeles Mora (2001): Contradicciones, pájaros
“Mi amiga y yo”
Como en las buenas amistadas
el encuentro primero
fue perfecto, casi un presagio.
Toda una sucesión de afinidades
electivas se alzaron
entre las dos de pronto.
Algo nos dijo que estaríamos
para siempre de acuerdo.
Con el roce nos fuimos conociendo.
Algunos altibajos
no fueron decisivos. Siempre
volvimos
a levantar el ánimo.
Fue fácil. Es fácil
entendernos.
Algo distinto ocurre
–y también algo viejo–
cada vez
que ella y yo nos hablamos.
Pedro Calderón de la Barca (1635): La vida es sueño
“Monólogo de Segismundo”
¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
Juan Meléndez Valdés
“Oda VI: A Dorila”
Cómo se van las horas,
y tras ellas los días
y los floridos años
de nuestra dulce vida!
Luego la vejez viene,
del amor enemiga,
y entre fúnebres sombras
la muerte se avecina,
con pálidos temblores
aguándonos las dichas:
que escuálida y temblando,
fea, informe, amarilla,
nos aterra, y apaga
nuestros fuegos y dichas.
El cuerpo se entorpece,
los ayes nos fatigan,
nos huyen los placeres
y deja la alegría.
Pues si esto nos espera,
¿para qué, mi Dorila,
son los floridos años
de nuestra dulce vida?
Para vinos y bailes
y amorosas delicias
Citeres los señala
Cupido los destina.
¡Pues ay! ¿qué te detienes?
Ven, ven, paloma mía,
debajo de estas parras
do el Céfiro suspira;
y entre dulces cantares
y sabrosa bebida
de la niñez gocemos,
pues vuela tan aprisa.
Gabriel Celaya
“Educar”
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca…
hay que medir, pesar, equilibrar…
…y poner todo en marcha.
Para eso, uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador
soñar mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.
José Daniel M. Serrallé
“Es tanto lo que sorprende”
Es tanto lo que sorprende, lo que a la vida nace
sin ser nuevo. La luminosa mañana
de claras transparencias y aire tibio
que amas en otoño; tu madre, un gesto
suyo, la antigua ternura de ese gesto;
el sabor de una noche gastada en mil noches
o el azar que en sus ojos no es locura
ni espejismo en su carne;
el verso que recuerdas y el que late;
la risa y el viento; la sombría
tarde de invierno que pasa en un bar
cualquiera; esa soledad, y el misterioso
mar y la música misteriosa; ciertas calles, ciertos
sueños; la conversación y las copas
que de repente traen el tesoro
de la amistad, la silenciosa compañía…
Abandónate también a esta sorpresa
y mira ahora -porque pasará- tu vida
como una rueda de luz. Y aunque sepas
que toda existencia guarda
la sombra preciosa de sus dones, déjate,
arde en este instante tuyo, verdadero.
Pues no hay en ti otra eternidad
que saber que realidad y sueños son
la misma niebla, y adentrarte, perderte
en ella con manos serenas: un hombre
tan solo, preso del mundo, dispuesto a vivir.