Marcos Díez (2025): Las aproximaciones
“El gato cuando caza”
El gato cuando caza
permanece muy quieto y en silencio,
parece no existir.
Se abalanza después
lo mismo que una flecha.
No es algo muy distinto
escribir un poema.
Marcos Díez (2025): Las aproximaciones
“El gato cuando caza”
El gato cuando caza
permanece muy quieto y en silencio,
parece no existir.
Se abalanza después
lo mismo que una flecha.
No es algo muy distinto
escribir un poema.
Marcos Díez (2025): Las aproximaciones
“Existe lo impensable”
Existe lo impensable,
tan vasto como el cielo.
Existen lo pensable,
tal vez solo la estela de un avión.
Existen los poemas
que intentan convertir
la impensable en pensable.
Y existen las palabras
que enturbian lo pensable
hasta hacerlo impensable.
Marcos Díez (2025): Las aproximaciones
“El mar de agita”
El mar de agita,
pero aquieta mi mente
si lo contemplo.
Eloy Sánchez Rosillo (2018): Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-201
“Tarde de junio”
AHORA, juntos, vivimos la hermosura
de esta tarde de junio,
el fulgor de las horas en que nos entregamos
al conocimiento de la verdad del amor,
a la gran llamarada del encuentro.
Ahora sabemos que toda la alegría
cabe en el mundo breve de esta habitación,
en el espacio ardiente y misterioso
de la cama deshecha.
La luz cansada del atardecer
dibuja sobre el tiempo islas doradas.
En un rincón del cuarto
brilla la enredadera de la música.
Un viento súbito sacude nuestros cuerpos,
y lo olvidamos todo.
Después regresan las miradas lentas,
tanta complicidad, ciertas sonrisas.
Y luego contemplamos en silencio
con qué dulzura va cayendo la noche
sobre la indiferente ciudad que nos rodea.
Eloy Sánchez Rosillo (2018): Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-201
“La playa”
NADIE podrá quitarme —me digo— la ilusión
de soñar que ha existido esta mañana.
Se ha detenido el tiempo. Oigo tu risa,
tus palabras de niño. Nunca he estado
tan conforme con todo, tan seguro
de mi alegría. Juegas junto al agua, y te ayudo
a recoger chapinas, a levantar castillos
de arena. Vas corriendo de un sitio para otro,
chapoteas, das gritos, te caes, corres de nuevo,
y luego te detienes a mi lado y me abrazas
y yo beso tu pelo, tus ojos, tus mejillas,
tu niñez jubilosa. El mar está
muy azul y muy plácido. A lo lejos,
algunas velas blancas. El sol deja
su oro violento en nuestra piel.
Me digo
que es cierto este milagro, que es verdad
el inmóvil fluir de la quieta mañana,
la ilusión de soñar el remanso radiante
en el que acontecemos como seres
dichosos de estar vivos, felices de estar juntos
y de habitar la luz.
Pero escucho, de pronto,
el ruido terrible y oscuro y velocísimo
que hace el tiempo al pasar, y la firmeza
de mi sueño se rompe; se hace añicos
—como un cristal muy frágil— la ilusión
de estar aquí, contigo, junto al agua.
El cielo se oscurece, el mar se agita.
Siento en mi sangre el vértigo espantoso
de la edad: en un instante, transcurren muchos años.
Y te veo crecer, y alejarte. Ya no eres
el niño que jugaba con su padre en la playa.
Eres un hombre ahora, y tú también comprendes
que no existió, ni existe, ni existirá este día,
la venturosa fábula de mis ojos mirándote,
la leyenda imposible de tu infancia.
Estás solo, y me buscas. Pero yo he muerto acaso.
Somos sombras de un sueño, niebla, palabras, nada.
Eloy Sánchez Rosillo (2025): Venir desde tan lejos
“La hierba entremezclada con la luz”
Se ha cobijado el sol en un rincón
de la mañana fría.
Es un regazo de oro, aunque nadie lo advierte.
Caminamos sombríos y nos cerca el invierno.
Sólo de mí depende echarme a un lado,
el dar algunos pasos hacia ninguna parte
y encontrarme de pronto en el centro de todo.
No sé cómo ha ocurrido, pero hallé
un ángulo pequeño en el que arde al resguardo
la hierba entremezclada con la luz.
Y estoy a salvo cuando me detengo,
como en las horas quietas de la infancia,
horas en las que tuve y no lo supe:
eran mías las cosas, porque no poseía.
Ahora lo sé, y no es tarde.
La vida esta mañana es haber decidido
sentarme en este banco junto a un árbol,
en tanta claridad,
y mirar esa hormiga indesmayable
que sube y que desciende por la madera viva.
¿Dónde irá, qué persigue?
Voy con ella.
(Así transcurre un tiempo que no puede medirse.)
Confusa, presurosa, desdiciéndose, avanza
y rectifica el rumbo sin desmayo.
Hasta que al fin encuentra su camino,
y ya no duda, y sigue.
Y la pierden mis ojos.
Eloy Sánchez Rosillo (2025): Venir desde tan lejos
“Venir desde tan lejos”
Cómo ha llegado uno hasta este día,
nadie puede decirlo.
Y uno, menos que nadie.
No. No ha habido un camino solamente
desde el albor remoto.
Casi infinitos fueron,
y enmarañados entre sí, enredados,
en un indescifrable laberinto.
Vivir es laberinto. Esto se aprende.
Ni el más discreto supo
nunca la línea recta en su existir.
El avanzar fue ciega encrucijada,
un raro y sinuoso
no saber hasta cuándo o hacia dónde.
Y en esa indefensión, que es inocencia,
hallas dicha y quebrantos y aventura.
El llegar hasta aquí tuvo que ver
con algo semejante al azar puro,
o quizá a buena estrella
(una forma propicia y reiterada
del azar que a muy pocos corresponde).
Cuántos que iban conmigo
se quedaron atrás. Y se perdieron.
No he vuelto a verlos nunca.
Hubo eriales y abismos. También hubo
valles amenos: al cruzarlos vi
deslizarse despacio por la hierba
las sombras leves de las nubes blancas.
Anduve con tropiezos y caídas.
Pero aquí estoy. Ningún resentimiento
en mi equipaje pesa.
Con pasmo y gratitud toco el enigma
de esta vida que empuja tantas veces
con un viento contrario, y que aun así
resulta ser al cabo tan hermosa.
Todo es como en los sueños:
sin norma ni sentido.
Acepto, acojo.
Miro cuando amanece
la limpia luz que cae sobre las cosas.
Y en la noche cerrada, si hay silencio,
escucho el murmurar de las estrellas.
Eloy Sánchez Rosillo (2025): Venir desde tan lejos
“La herida”
Herida de mi infancia, que aún fulgura,
pues nunca se ha cerrado.
Hecha de soledad, de amor, de origen,
de mucha luz y tanto desamparo,
de cosas insondables que ocurrieron
y que siguen pasando.
Es una herida extraña, que duele y da consuelo.
De un signo u otro, de ella brota el canto.
Antonio Machado (1912): Campos de Castilla
“Del pasado efímero”
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.