domingo, 2 de septiembre de 2018

“El tren”

Antonio Machado (1912): Campos de Castilla


“El tren”

Yo, para todo viaje 
-siempre sobre la madera 
de mi vagón de tercera-, 
voy ligero de equipaje. 
Si es de noche, porque no 
acostumbro a dormir yo, 
y de día, por mirar 
los arbolitos pasar, 
yo nunca duermo en el tren, 
y, sin embargo, voy bien. 
¡Este placer de alejarse! 
Londres, Madrid, Ponferrada, 
tan lindos... para marcharse. 
Lo molesto es la llegada. 
Luego, el tren, al caminar, 
siempre nos hace soñar; 
y casi, casi olvidamos 
el jamelgo que montamos. 
¡Oh, el pollino 
que sabe bien el camino! 
¿Dónde estamos? 
¿Dónde todos nos bajamos? 
¡Frente a mí va una monjita 
tan bonita! 
Tiene esa expresión serena 
que a la pena 
da una esperanza infinita. 
Y yo pienso: Tú eres buena; 
porque diste tus amores 
a Jesús; porque no quieres 
ser madre de pecadores. 
Mas tú eres 
maternal, 
bendita entre las mujeres, 
madrecita virginal. 
Algo en tu rostro es divino 
bajo tus cofias de lino. 
Tus mejillas 
-esas rosas amarillas- 
fueron rosadas, y, luego, 
ardió en tus entrañas fuego; 
y hoy, esposa de la Cruz, 
ya eres luz, y sólo luz... 
¡Todas las mujeres bellas 
fueran, como tú, doncellas 
en un convento a encerrarse!... 
¡Y la niña que yo quiero, 
ay, preferirá casarse 
con un mocito barbero! 
El tren camina y camina, 
y la máquina resuella, 
y tose con tos ferina. 
¡Vamos en una centella!

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