Miguel Hernández ([1938-1941]1958): Cancionero y romancero de ausencias
“Nanas de la cebolla”
La cebolla
es escarcha
cerrada y
pobre:
escarcha de
tus días
y de mis
noches.
Hambre y
cebolla:
hielo negro
y escarcha
grande y
redonda.
En la cuna
del hambre
mi niño
estaba.
Con sangre
de cebolla
se
amamantaba.
Pero tu
sangre,
escarchada
de azúcar,
cebolla y
hambre.
Una mujer
morena,
resuelta en
luna,
se derrama
hilo a hilo
sobre la
cuna.
Ríete, niño,
que te
tragas la luna
cuando es
preciso.
Alondra de
mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa
en los ojos
la luz del
mundo.
Ríete tanto
que en el
alma al oírte,
bata el
espacio.
Tu risa me
hace libre,
me pone
alas.
Soledades me
quita,
cárcel me
arranca.
Boca que
vuela,
corazón que
en tus labios
relampaguea.
Es tu risa
la espada
más
victoriosa.
Vencedor de
las flores
y las
alondras.
Rival del
sol.
Porvenir de
mis huesos
y de mi
amor.
La carne
aleteante,
súbito el
párpado,
el vivir
como nunca
coloreado.
¡Cuánto
jilguero
se remonta,
aletea,
desde tu
cuerpo!
Desperté de
ser niño.
Nunca
despiertes.
Triste llevo
la boca.
Ríete
siempre.
Siempre en
la cuna,
defendiendo
la risa
pluma por
pluma.
Ser de vuelo
tan alto,
tan
extendido,
que tu carne
parece
cielo
cernido.
¡Si yo
pudiera
remontarme
al origen
de tu
carrera!
Al octavo
mes ríes
con cinco
azahares.
Con cinco
diminutas
ferocidades.
Con cinco
dientes
como cinco
jazmines
adolescentes.
Frontera de
los besos
serán
mañana,
cuando en la
dentadura
sientas un
arma.
Sientas un
fuego
correr
dientes abajo
buscando el
centro.
Vuela niño
en la doble
luna del
pecho.
Él, triste
de cebolla.
Tú,
satisfecho.
No te
derrumbes.
No sepas lo
que pasa
ni lo que ocurre.
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