miércoles, 20 de marzo de 2019

"El arte nuevo de hacer comedias"

Lope de vega (1609): Arte nuevo de hacer comedias

pero la solución no la permita



hasta que llegue a la postrera escena,



porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,



vuelve el rostro a la puerta y las espaldas



al que esperó tres horas cara a cara,



que no hay más que saber que en lo que para.
Quede muy pocas veces el teatro
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sin persona que hable, porque el vulgo

en aquellas distancias se inquïeta



y gran rato la fábula se alarga,



que, fuera de ser esto un grande vicio,



aumenta mayor gracia y artificio.







Comience, pues, y con lenguaje casto



no gaste pensamientos ni conceptos



en las cosas domésticas, que sólo



ha de imitar de dos o tres la plática (…)       249

Si hablare el rey, imite cuanto pueda



la gravedad real; si el viejo hablare,
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procure una modestia sentenciosa;



describa los amantes con afectos



que muevan con extremo a quien escucha;



los soliloquios pinte de manera



que se transforme todo el recitante,
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y, con mudarse a sí, mude al oyente;



pregúntese y respóndase a sí mismo,



y, si formare quejas, siempre guarde



el debido decoro a las mujeres.







Las damas no desdigan de su nombre,
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y, si mudaren traje, sea de modo



que pueda perdonarse, porque suele



el disfraz varonil agradar mucho.

[Guárdese de] imposibles, porque es máxima



que sólo ha de imitar lo verisímil;
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el lacayo no trate cosas altas



ni diga los conceptos que hemos visto



en algunas comedias extranjeras (…)     288



Remátense las escenas con sentencia,



con donaire, con versos elegantes,
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de suerte que, al entrarse el que recita,



no deje con disgusto el auditorio.









En el acto primero ponga el caso,



en el segundo enlace los sucesos,



de suerte que hasta el medio del tercero
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apenas juzgue nadie en lo que para;




engañe siempre el gusto y, donde vea



que se deja entender alguna cosa,



dé muy lejos de aquello que promete.





Acomode los versos con prudencia



a los sujetos de que va tratando:



las décimas son buenas para quejas;



el soneto está bien en los que aguardan;




las relaciones piden los romances,



aunque en otavas lucen por extremo;



son los tercetos para cosas graves,



y para las de amor, las redondillas (…)


Los casos de la honra son mejores,


porque mueven con fuerza a toda gente;


con ellos las acciones virtüosas,



que la virtud es dondequiera amada,
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pues [que] vemos, si acaso un recitante



hace un traidor, es tan odioso a todos



que lo que va a comprar no se lo venden,



y huye el vulgo de él cuando le encuentra;



y si es leal, le prestan y convidan,
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y hasta los principales le honran y aman,



le buscan, le regalan y le aclaman.







Tenga cada acto cuatro pliegos solos,



que doce están medidos con el tiempo



y la paciencia del que está escuchando;




en la parte satírica no sea



claro ni descubierto, pues que sabe



que por ley se vedaron las comedias



por esta causa en Grecia y en Italia;




pique sin odio, que si acaso infama,
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ni espere aplauso ni pretenda fama.


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