Dámaso Alonso (1955): Hombre y Dios
“A un río le llaman Carlos”
(Charles River, Cambridge,
Massachusetts)
Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu
secreto;
convencerme de que los ríos resbalan
hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere
distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos).
Quería preguntarte, mi alma quería
preguntarte
por qué anhelas, hacia qué
resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman
Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber
qué eras, quién eras
(genero, especie)
y qué eran, qué significaban
«fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu
;reflejo absoluto
yo quería indagar el último
recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua
única,
por la que te conocen por Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa
y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva
sagrados
y entre hangares que anuncios y
consignas coronan.
Y el río fluye y fluye,
indiferente.
A veces, suburbana, verde, una
sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a
la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la
hierba quemada del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú
lento y gris.
Y para preguntarte por qué te
llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar,
indiferente
y no escuchabas a tu amante
extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera
enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo
luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso:
una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le
preguntamos a Dios en la sombra de los quince años,
entre fiebres oscuras y los
días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el
secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te
llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan
triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no
sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza
gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y
fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la
tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y
no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río
Carlos,
como yo no sé por qué eres una
tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he
sentado a contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas
preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo
mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta
a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una
tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como
estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los
pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento,
lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del
mundo, como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las
lágrimas del mundo, como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo,
amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la
orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso,
digo, Carlos.
Dunster House, febrero
de 1954.
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