Federico García
Lorca (1935): Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
“1. La cogida y la muerte”
A mi querida amiga
Encarnación López Júlvez
A
las cinco de la tarde
Eran las cinco en punto de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un
niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo
demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El
viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y
el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde
Ya
luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y
un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las
campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En
las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y
el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando
el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando
la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la
muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un
ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos
y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El
toro ya mugía por su frente
a las cinco do la tarde.
El
cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A
lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa
de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las
heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el
gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A
las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran
las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
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