martes, 15 de octubre de 2019

“Era un aire suave…”

Rubén Darío (1896): Prosas profanas y otros poemas

“Era un aire suave…”

 Era un aire suave, de pausados giros;  
 el hada Harmonía ritmaba sus vuelos;  
 e iban frases vagas y tenues suspiros  
 entre los sollozos de los violoncelos.  

  Sobre la terraza, junto a los ramajes,                      5  
 diríase un trémolo de liras eolias  
 cuando acariciaban los sedosos trajes  
 sobre el tallo erguidas las blancas magnolias.  

  La marquesa Eulalia risas y desvíos  
 daba a un tiempo mismo para dos rivales,                         10  
 el vizconde rubio de los desafíos  
 y el abate joven de los madrigales.  

  Cerca, coronado con hojas de viña,  
 reía en su máscara Término barbudo,  
 y, como un efebo que fuese una niña,                       15  
 mostraba una Diana su mármol desnudo.  

  Y bajo un boscaje del amor palestra,  
 sobre rico zócalo al modo de Jonia,  
 con un candelabro prendido en la diestra  
 volaba el Mercurio de Juan de Bolonia.                    20  

  La orquesta perlaba sus mágicas notas,  
 un coro de sones alados se oía;  
 galantes pavanas, fugaces gavotas   
 cantaban los dulces violines de Hungría.  

  Al oír las quejas de sus caballeros                           25  
 ríe, ríe, ríe la divina Eulalia,  
 pues son su tesoro las flechas de Eros,  
 el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia.  

  ¡Ay de quien sus mieles y frases recoja!  
 ¡Ay de quien del canto de su amor se fíe!                30  
 Con sus ojos lindos y su boca roja,  
 la divina Eulalia ríe, ríe, ríe.  

  Tiene azules ojos, es maligna y bella;  
 cuando mira vierte viva luz extraña:  
 se asoma a sus húmedas pupilas de estrella                     35  
 el alma del rubio cristal de Champaña.  

  Es noche de fiesta, y el baile de trajes  
 ostenta su gloria de triunfos mundanos.  
 La divina Eulalia, vestida de encajes,  
 una flor destroza con sus tersas manos.                  40  

  El teclado harmónico de su risa fina  
 a la alegre música de un pájaro iguala,  
 con los staccati de una bailarina   
 y las locas fugas de una colegiala.  

  ¡Amoroso pájaro que trinos exhala                          45  
 bajo el ala a veces ocultando el pico;  
 que desdenes rudos lanza bajo el ala,  
 bajo el ala aleve del leve abanico!  

  Cuando a medianoche sus notas arranque  
 y en arpegios áureos gima Filomela,                                   50  
 y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque  
 como blanca góndola imprima su estela,  

  la marquesa alegre llegará al boscaje,  
 boscaje que cubre la amable glorieta,  
 donde han de estrecharla los brazos de un paje,        55  
 que siendo su paje será su poeta.  

  Al compás de un canto de artista de Italia  
 que en la brisa errante la orquesta deslíe,  
 junto a los rivales la divina Eulalia  
 la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe.                                      60  

  ¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia,  
 sol con corte de astros, en campos de azur?  
 ¿Cuando los alcázares llenó de fragancia   
 la regia y pomposa rosa Pompadour?  

  ¿Fue cuando la bella su falda cogía                                     65  
 con dedos de ninfa, bailando el minué,  
 y de los compases el ritmo seguía  
 sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie?  

  ¿O cuando pastoras de floridos valles  
 ornaban con cintas sus albos corderos,                   70  
 y oían, divinas Tirsis de Versalles,  
 las declaraciones de sus caballeros?  

  ¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores,  
 de amantes princesas y tiernos galanes,  
 cuando entre sonrisas y perlas y flores                   75  
 iban las casacas de los chambelanes?  

  ¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?   
 Yo el tiempo y el día y el país ignoro,  
 pero sé que Eulalia ríe todavía,  
 ¡y es cruel y eterna su risa de oro!                             80  

No hay comentarios:

Publicar un comentario